¿ Donde estoy ?

lunes, 11 de marzo de 2013

Mundo Boliviano




La entrada a un país nuevo me significa todo un cambio. Una re-adaptación. Al mismo tiempo que enfrento volver a viajar solo, aunque eso es lo de menos, nunca se deja de estar acompañado.
De Salta a Jujuy, plena fecha de carnavales norteños durante el mes de febrero. Ofrendas a la Pachamama hasta el hartazgo, hojas de coca, bebidas alcohólicas, cigarros, vegetales, hierbas, litros de espuma y talco para todo el mundo. Cerros de colores, artesanías regionales, ríos a dos manos, aire puro.
Días, noches, el límite máximo argentino me veía llegar. La Quiaca, ciudad fronteriza, un desvió inesperado con dos viajeros me terminaron encontrando en Yavi. Pueblo construido prácticamente en adobe, sin superar los 200-300 habitantes. Donde no hay lugar para las señales telefónicas. Pasaron los días, cuando me quise dar cuenta ya traspasaba la frontera. Con solo caminar un par de cuadras aparecía otro mundo. Ya no eran solo los colores de bandera, ni las caras identificadas en los puestos de ropa. Estaba en Bolivia, de Villazón a Tupiza. Ferias gigantes, interminables de ventas. Trenzas y polleras largas. Comidas por donde se quiera encontrar. Sabía que acá ya estaba comenzando otra historia.

El país de la hoja sagrada de Coca, de los comedores populares, de los rostros sin maquillaje. Un territorio con 36 idiomas diferentes, donde no hay lugar para las modas ni funciona mc donalds.  Donde se produce la mayor cantidad de cocaína del mundo pero existe el índice mínimo de consumidores a nivel mundial. La marihuana está mal vista pero el alcohol es bienvenido a toda hora. Los saludos son tímidos pero las ofertas de ventas no paran de sonar. Los puestos de comidas callejera son incontables en las calles principales, las frituras las número uno. Las bolsitas de plástico, los jugos de fruta, las marcas nacionales. Sus plazas. El territorio mundial del charango, instrumentos de percusión y de viento.
Su principal economía depende de las minas, explotadas a más no poder por las naciones europeas y todo oligarca que este a su paso. Bolivia fue en su momento, el país más rico del mundo, en minerales. Tras las grandes sufridas explotaciones se enriqueció Europa, el vaticano y su gente. Existe la ciudad de Potosí, la primera fundada en toda América Latina y la más saqueada de todo el continente.



La facha moderna de la sociedad de un primer mundo se queda con hambre en Bolivia, las caras extranjeras solo hacen sponsor a las marcas mundiales. Rostros con reflejo de trabajo forzado. Desde la salida del sol hasta pasada la medianoche se observa a las mujeres, abuelas y madres buscando su ingreso, de ventas en ventas. La jubilación da lugar a su ausencia, ya que la gente en su mayoría es independiente. Claro está que la gente trabaja hasta las últimas arrugas que puedan existir. Lo popular gana, como todo,  siendo mayoría en su tierra.

Veredas infinitas de verduras en sacos, de la quinta a la calle. Las carnes sin heladera, los cereales abundantes como para alimentar al mundo entero. Se nombra al regateo, se escuchan los negocios, se ven las sonrisas, se nota la humildad. País maravilloso, sencillo en su imagen, simple en su gente. De todo un poco, de un poco todo. Bolivia se presenta, lo tomas o lo dejas. Formas parte, te adaptas o lo rechazas. Su económica suele ser muy barata para el extranjero pero muy forzada para el local. Todo vale poco, pero se gana poco. Como todo lugar en el mundo, florece su cultura, brilla su belleza, se presenta con fuerzas y dignidad.
Su imagen natural, sus paisajes impactantes. Su tránsito descontrolado, donde el conductor no suele insultar al peatón en su inconciencia. Las voces son bajas, los silencios están. Gente en su gente, mundo dentro del mundo. Está ahí, marcando su presencia dentro de la fascinante América Latina…




martes, 26 de febrero de 2013

Las ruinas, ciudad sagrada de los Quilmes



Nos habíamos pasado, teníamos que volver. Con la caída del sol, día casi completo sin el destino de nuestro lado, fallando la alegría de que pare un vehículo finalmente logramos llegar. Nosotros, la noche, la lluvia. Las ruinas 5 km. Ruta en frente de la nada, cartel de bienvenida, Los Quilmes.
Desapareció la idea con la existencia de un pueblo, no había rostros. Un día nuevo, distinto, varios kilómetros, camino árido. Nuestro mejor amigo, el pulgar, estaba a la expectativa.
Dentro del Valle Calchaquí, San Miguel de Tucumán Argentina, existe la ciudad sagrada del pueblo Quilmes, nativos. Habitan desde hace miles de años, pertenecen a la nación Diaguita, son cazadores, recolectores, agro alfareros y pastores. Estuvieron casi 600 años solos, cuando en 1400 sufrieron la primera invasión, la expansión Inca. Digamos que estos tuvieron más viveza que los españoles. Inculcaron su cultura, utilizaron la mano de obra necesaria, aprovecharon la oportunidad de crecer con la presencia del pueblo en sus manos. No es así con la conquista europea, se dedicaron a extinguir casi por completo el idioma original, el Kakan, expropiaron toda tierra a su paso, liquidaron a mas no poder cientos de nativos y lo más impotente, obligaron a transportarse a pie desde Tucumán hasta la ciudad actual de Quilmes en Bs. As. De aproximadamente dos mil almas solo alrededor de doscientas personas quedaron con vida, tardando cerca de un año en llegar, en las condiciones más pésimas que puedan existir.
Lejos de presentar un paquete turístico, solo la intención de reflejar los hechos es mi idea. Dejando de lado la explotación pintoresca del lugar (claro que hoy en día la entrada es ingreso monetario para las comunidades que allí residen), se trata de mantener en pie las ruinas, la cultura ancestral, transmitiendo la originalidad verdadera perteneciente a la ciudad sagrada de los Quilmes.


Como todo paso de colores camuflados con bigotes en las narices, algo bueno no podrá suceder. Durante la última dictadura militar argentina, se restauraron las construcciones sobre sus bases originales, en las ubicaciones más planas del terreno. Abriendo las puertas de bienvenida a los extranjeros durante el mundial 78´, ofreciendo belleza, comodidad y confort con el levantamiento de un lujoso hotel en su entrada, de forma desubicada e imponiendo falsa presentación, evitando la verdadera transmisión de los pueblos originarios. Por suerte, hoy brilla su clausura.
Ciento treinta años de lucha y resistencia ocuparon los pueblos de los valles Calchaquíes. Ninguna envidia al Machu-pichu, estas arquitecturas son increíbles de apreciar. Verlas desde la parte más  alta, sobre las montañas, impacta directamente al pensar sobre el esfuerzo y sacrificio sudado, caídos, en su realización.






lunes, 4 de febrero de 2013

Los Pueblos originarios y las cascadas no visibles

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Treinta días. Primer mes cumplido. 1783  kilómetros recorridos viajando a dedo. Dieciocho vehículos, diez autos, cinco chatas, tres camiones. Tres provincias, un país, Argentina. Noches de carpa, al aire libre, ríos, montañas, baldíos. Motor-home, casas familiares y un Complejo Municipal. Cientos de saludos, generosidad, felicidad y gente maravillosa. Amigos de días, rutas, transportes y viajes. Compañera fantástica. Nutrición, vida, energía, experiencias y alimentación inolvidable. Pequeños y grandes espacios de vivencias generadas al viajar. Ni contornos, ni estructuras, no hay fechas, ni horas. Todo es único al despertar un nuevo día.
Mi pasada por Amaicha fue fantástica. Desde la salida de Tafí ya todo era diferente. Los 60 km de distancia marcaban un clima más seco, visible, con demasiadas curvas y precipicios en todo el camino. Media tarde, mi primera pisada al bajar de la chata ya sonaba distinta. Ya no existía el “boom” turístico, ni tampoco las adineradas 4x4 con sus dueños propietarios de tierras a mansalva. Las miradas eran cálidas, con saludos de bienvenida. Se habían extinguido los registros de abajo hacia arriba, reojos empaquetados de etiquetas caras y las huellas disfrazadas de caras porteñas. 



La población es humilde en general, no me refiero sólo a lo económico sino en todos los sentidos. Aquí no existen las divisiones políticas, los mandatos interesados por poder. No es tampoco el pueblo de Alicia y sus maravillas, pero las jerarquías en sus buenos términos, si los hay, corresponden en su totalidad a los pueblos originarios del lugar. La acumulación de años y las tierras heredadas por los nativos, dan espacio al respeto y al bienestar en su mayoría. 



“Prohibido la compra-venta de las tierras del lugar”, expresaba un cartel pegado dentro de un local comercial. Con sello y firma del cacique zonal. Las decisiones, organizaciones de las fiestas regionales son llevadas a cabo por voto mayoritario de todos los Amaichas. Los próximos días de febrero, como en varios pueblos del norte, se festejaría el Día de la Pachamama –el desentierro del diablo-.





El siguiente destino se encontraría en Cafayate, Salta. Otra provincia, otro lugar, otra gente. Ciudad de punto turístico. Varios ríos la cruzan por su contorno; entre ellos, el Río Colorado. Atrayendo turistas por sus afamadas cascadas. Como todo, obviamente, el negocio está bien armado. Ya ni bien se llega a la base del camino, se interceptan en forma espontánea personas locales descriptas como “guías turísticos”. Se dice que no se puede llegar solo, mucho peligro. Un violeta de Roca y tu vida será protegida.


 A pesar de que los ríos eran dos, seguimos el río izquierdo. Caminamos tres horas sin ningún rastro humano, ni de cascadas. A cada rato repitiendo –“En cinco minutos llegamos che, un poco más, aguanta”. Al tiempo nos encontramos con otros tres jóvenes, en el mismo estado que el nuestro. Diálogos presentes, intercambiando los hechos de la inalcanzable llegada. Al fin, retomamos el inicio con el tope de dos porteños y otra pareja en el mismo fracaso. Firmas, datos de presencia en la entrada por segunda vez, y ahora sí, por el río derecho, a caminar. Seis personas (uno abandonó liquidado por la fatiga) y un mismo destino. La búsqueda infinita de las afamadas cascadas, Quebrada del Río Colorado. Evitando todo tipo de guía, paquete turístico incluido. El desafío estaba. Dos horas de marchar, escalar y saltando hasta creerse Bear Grylls cuando en una frenada vemos con un compañero, bajando de la montaña, una anciana no menos de 70 años, bastón apoyado sobre mano izquierda. Entonces, si, bueno no fue nada imaginado. Estábamos en lo cierto; ¿completamente locos? No lo creo. Más arriba una mujer aparece con una nena en brazos. Si, locos de remate. Totalmente.
Se venía el ruido famoso de lluvia, pero más fuerte. Caímos con la vista. La cascada existía.






martes, 29 de enero de 2013

Tirón instantáneo; Contactos viajeros y la entrada a Tucumán


Creo que ya he perdido totalmente la noción del tiempo. Me quedo en jueves por la tarde, lunes o miércoles, ya es lo mismo. No tengo interés en saberlo, no lo necesito. No se debe principalmente a ningún tipo de ingesta farmacológica, sino al contrario.
Ya logre adaptarme por completo, más de veinte días de viaje, de lugar a lugar, de tierra a tierra. Nunca viaje tanto tiempo, ni tampoco sé si será tanto en cuestión. En fin, estoy perfecto. Esto me gusta. Las horas vuelan demasiado y las caras que se conocen son de multiplicarse. Lejos y no tanto. Creo, además, que al viajar de esta forma uno adquiere mayor noción geográfica. Se reconocen mejor los diversos pueblos y lugares atravesados. Uno minimiza cada vez más las distancias, es decir como si cuatrocientos kilómetros se llegarían a consumir en una sola tirada de un par de horas. Observación y simpleza. Sencillez y espera. Tiempo y paciencia. Una necesidad creada.


Puntos de encuentro en Córdoba Capital, mi amor encontrado. Ahí estábamos los dos, el viajar en dupla estaba comenzando.
Manu iniciaría la tarde con el agua bien fresca. Su confianza de entrada nos hizo notar, da gusto encontrarse con cierta gente. Su llegada al país desde hacía no mucho más de cuatro meses y su gran viaje del otro lado del charco europeo nos contaba. Joven, baterías ultra cargadas, “Juventud divino tesoro”. El entusiasmo que se transmite al hablar e intercambiar ideas con personas que viajan y su emoción en conjunto son difíciles de relatar. Manuel estuvo en Auschwitz y el Coliseo Romano. Por los estadios internacionales de Europa, museos de historia mundial y ocupando puesto de ayudante de cocina en España.
Horas después adiós capital cordobesa. Salimos con Zo del lugar folklorista. Jesús María se alejaba cada vez más. Carlitos ya nos había despedido en alguna esquina perdida del lugar.




 Pulgares en ruta con todo lo necesario envuelto en las mochilas corridas sobre la banquina, lluvia, viento y como todo lo malo, después lo bueno llega. Andrés con su Híper camión cargado de provisiones varias, gestos interpretativos de “¿qué quieren ustedes?”, presión sobre los frenos de “La Estrella S.A”. Suban. Los cordobeses tienen buen humor.


Asfalto liquidado, bajando el sol la provincia tucumana decía presente en cada tono acentuado que se escuchaba comentar. Noche acampada. Cuatrocientos quince kilómetros totalmente caídos del cielo, la magia incierta atravesada por el destino. Se nombraba a la humedad del norte que nunca era ausente por estos tiempos. Afirmación al cien por cien, el gran capital de san miguel, Tucumán nos abría sus rutas, como claramente también, la lluvia. Seis cuarenta y cinco A.M, las ruedas del ciento diez tucumano, línea urbana nos alcanzó en la zona céntrica.


Wi-Fi nuestra mejor herramienta, salvación de la noche. Sin rastros de nuestro contacto femenino, la caída del sol se vio dentro del camping municipal. Cansados no encasillaba en el estado en el que estábamos. Como hacer de cuenta que se carga con cuatro heladeras y dos televisores plasma cuarenta y cuatro pulgadas sobre la espalda. Llegábamos, estábamos. Norte argentino en abrir y cerrar los ojos.






 Se anunciaban los valles, las montañas, los diques, ríos. El cemento ya no quería formar parte de esto. Se ha abierto el cielo en el pueblo de Tafi. Las chicharras ahí mismo se encuentran, a sonidos de encuentros. Aire, pasto y sol. Belleza, pinturas y Pink Floyd. De montañas a lo lejos, de la tierra bien de cerca. Con las rocas en la frente y las hojas en lo alto.